jueves, 3 de mayo de 2012

El componente del tinto que evita la acumulación de grasa en las células

Kee-Hong Kim y sus colegas de la Universidad de Purdue, en Estados Unidos, han explorado el pieceatanol, compuesto poco estudiado que deriva del resveratrol. Éste último, de la familia de los polifenoles y presente en el vino tinto, es un compuesto conocido por sus propiedades antienvejecimiento y que también podría ser útil en la lucha contra la obesidad. Al ingresar en el cuerpo humano, el resveratrol se transforma en pieceatanol. Para profundizar conocimientos, el equipo de investigadores analizó cultivos de células y observaron que el pieceatanol podía bloquear el desarrollo de las células grasas. De ahí que Kim y sus colegas esperen que el hallazgo abra nuevas vías en la comprensión y el control de los mecanismos implicados en la obesidad. “El pieceatanol altera el ritmo de expresión de los genes, el rol de los genes y la acción de la insulina durante la adipogénesis, el proceso durante el cual las células grasas jóvenes se vuelven células grasas maduras”, explica Kim. “En presencia del pieceatanol, la adipogénesis se ve retardada e incluso completamente inhibida”, agrega. Según el investigador, la adipogénesis es un blanco molecular importante en el retraso o incluso la prevención de la acumulación de grasas en las células. Él y su equipo esperan que también lo sea en el almacenamiento de masa grasa. Sin embargo, existe un escollo importante: el hecho de que el pieceatanol se degrade muy rápidamente una vez que ingresa en el torrente sanguíneo. “Necesitamos mejorar la estabilidad y la solubilidad del pieceatanol para crear un efecto biológico”, concluye Kim. (Y. Saïdj – Thinkstock) Fuentes: - "Red wine, fruit compound could help block fat cell formation", comunicado de prensa de la Universidad de Purdue. 4 de abril de 2012 - Estudio: "Piceatannol, Natural Polyphenolic Stilbene, Inhibits Adipogenesis via Modulation of Mitotic Clonal Expansion and Insulin Receptor-dependent Insulin Signaling in Early Phase of Differentiation", Jung Yeon Kwon and al, Journal of Biological Chemistry

miércoles, 2 de mayo de 2012

Vinos extremos (EFE/Página Siete)

Los vinos de “Fin el mundo” proceden de vides asentadas en San Patricio del Chañar, en plena Patagonia argentina y a 39 grados de latitud Sur, literalmente en el fin del mundo; la bodega se ha levantado en plena zona desértica, azotada por constantes vientos, un sol intenso y escasas precipitaciones. El milagro del vino en las condiciones extremas de la Patagonia se obró a partir de 1996 gracias al canal de 20 kilómetros que condujo el agua del cercano río Neuquén, originado por los deshielos estivales de la Cordillera de los Andes. El riego presurizado de alta frecuencia permite el abastecimiento idóneo de 870 hectáreas de vides que dan lugar a unas uvas de “excelente sanidad” y “hollejo más duro” de lo habitual, que potencian el aroma y sabor de los vinos, en palabras de la experta argentina Elisabeth Checa. También se instalaron cortinas protectoras contra ese viento persistente que vuelve “medio loca” a la gente en la Patagonia, explica Checa. Los nuevos caldos patagónicos se han amoldado a los gustos del mercado gracias al trabajo de enólogos como el francés Michel Roland, para conseguir “un buen balance entre azúcar y acidez y, por lo tanto, vinos blancos delicados y tintos de color intenso, afrutados y de buen cuerpo”, apunta Checa sobre esta tierra “mágica”, antes conocida por los innumerables restos arqueológicos de los dinosaurios que la poblaron. También muy próximos al Polo Sur se elaboran los caldos de Nueva Zelanda, y en especial en su Isla de Sur, que ha inundado medio mundo con sus Sauvignon Blanc.

En tierra volcánica

Otros de los vinos más extremos del mundo son los malvasías de Lanzarote (Islas Canarias, España), por el lugar donde se asientan las vides, en tierra volcánica. La escasez de lluvia y la necesidad de proteger al viñedo del abrasador viento sahariano propician en Lanzarote una de las viticulturas más originales del mundo por la naturaleza de la isla, salpicada de protuberancias volcánicas y de una capa de ceniza que hace necesario excavar grandes hoyos en forma de cono invertido para que la cepa pueda hundir sus raíces. Además, para aumentar el efecto protector, se rodean las cepas con muretes de piedra volcánica en forma de semicircunferencia de unos 70 centímetros de altura, un símbolo de identidad del paisaje lanzaroteño. La singularidad de la viticultura lanzaroteña, donde resulta imposible la mecanización, hace que la producción de un litro de vino en la isla resulte diez veces más caro de lo habitual. Un costo que merece la pena, a juzgar por su calidad, de la que ya se hacía eco William Shakespeare en su obra Enrique IV, donde se puede leer: “Por mi fe que habéis bebido demasiado vino canario. Es un vino maravillosamente penetrante y que perfuma la sangre antes de que se pueda decir: ¿qué es esto?”.


De hielo y nieve

Otra de las joyas para los amantes de los vinos dulces son los denominados Vinos de Hielo, extraídos de viñedos helados de Canadá, Austria y Alemania con un exigente proceso que comienza con una vendimia realizada de noche y a diez grados bajo cero. Se trata de un vino surgido de la “casualidad” a mediados del siglo XVII, cuando en un año de grandes heladas los vendimiadores “se despistaron” y recogieron las uvas congeladas, que dieron lugar a un caldo “naturalmente dulce”, explica el importador de vinos español Dimas López Perea, quien califica estos “vinos helados” como “diferentes a todo”. Hasta 1960 sólo hubo unas 12 cosechas en las que volvió a repetirse “el milagro”, pero desde entonces en esos países se han multiplicado las bodegas especializadas, y hoy en día la producción alcanza los cinco millones de litros anuales, siempre y cuando se produzcan las heladas necesarias; su precio va en consonancia: una botella de 375 mililitros de Vino de Hielo ronda los 100 euros (unos 130 dólares). La vendimia para los Vinos de Hielo se realiza con las primeras heladas de enero, de noche y a una temperatura de diez grados bajo cero, y es fundamental que la uva llegue a la bodega a la misma temperatura a la que se recolecta, congelada y con el jugo cristalizado. Una fermentación larga, de unos tres o cuatro meses (en un vino normal el proceso puede durar 20 días) hacen el resto para lograr el “Vino de Hielo”. Los enólogos valoran también cada vez más la altitud a la que se plantan las vides en Bolivia, en especial en los valles de Tarija, que están a unos 1700 metros sobre el nivel del mar. Los vitivinicultores han obtenido vinos varietales como el Cabernet Sauvignon o el Syrah con calidad de exportación. Entre las marcas más pujantes están Concepción, Campos de Solana y otras marcas regionales (EFE Reportajes/Página Siete).